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Newsletter #41 - E.T. Mi Casa

Nos encontramos en una encrucijada. La tecnología que nos hará mejores: "citius, atius, fortius” , aquella que nos ayudará a transitar de los combustibles fósiles a otras formas de energía limpia y asequible, la tecnología que catapultará el progreso y nos hará más eficientes, depende de un variable muy crítica: La minería.


Los metales y tierras raras son esenciales para la fabricación y el funcionamiento de una amplia gama de dispositivos y sistemas. Desde los más conocidos como el cobre (infraestructura eléctrica y electrónica), el litio (baterías de vehículos eléctricos) o el manganeso (producción de acero, circuitos electrónicos) hasta otros más desconocidos como el Neodimio y Disprosio (utilizados en imanes permanentes de las turbinas eólicas), el Indio y  el Tantalio (esencial para las pantallas táctiles de nuestros smartphones) o el Gadolinio y Platino (para los equipos de resonancia magnética). Y esto solo es una pequeña (mínima) muestra de la importancia de los metales en nuestro desarrollo.


Estos metales se extraen de minerales a través de procesos metalúrgicos, los cuales a su vez se extraen de diferentes tipos de explotaciones mineras


Sabemos que la minería entraña una serie de riesgos e impactos. Por un lado, son materiales “raros”, escasos, finitos, concentrados en zonas y países concretos, para una industria en plena expansión y aumento de demanda, por lo que los riesgos y sus consecuencias son grandes y variopintos, desde las tensiones geopolíticas derivadas de su localización, los riesgos que supone depender de materiales tan escasos, sus costes cuando esto ocurra, hasta los riesgos medioambientales y sociales que conlleva la actividad industrial minera.



Frente a crisis geopolíticas, incertidumbres en el suministro, desaceleración económica y catástrofes ambientales y conflictos sociales que derivan de asegurar el suministro de estos metales, surge la necesidad de evaluar estratégicamente la viabilidad a largo plazo de nuestra dependencia de estos recursos. Veamos que opciones tenemos.


Business as usual. Mantener el statu quo no representa la solución ideal, dada la magnitud de los riesgos que enfrentamos. No obstante, es posible atenuar algunos de estos riesgos mediante estrategias efectivas de reciclaje e innovación en la gestión del desecho electrónico (e-waste). La reutilización y la extensión del ciclo de vida de dispositivos electrónicos contribuyen a aliviar la escasez de recursos, reducir la dependencia de fuentes externas y disminuir el impacto ambiental de la minería. Además, explorar y desarrollar la industria minera y metalúrgica en países con legislaciones ambientales más estrictas podría ofrecer una mitigación adicional de estos riesgos. Sin embargo, esto requiere superar desafíos como la demora en la concesión de licencias, los costos asociados a mercados laborales más avanzados y la resistencia social al impacto ambiental de la minería, particularmente en regiones donde prevalece la mentalidad de "no en mi patio trasero".


Innovación minera. Se conoce la presencia de valiosos recursos minerales en entornos marinos específicos. Los nódulos polimetálicos, dispersos en las llanuras abisales oceánicas y ricos en metales como manganeso, níquel, cobre y cobalto, se forman a través de procesos geológicos lentos. Su recolección podría realizarse con un impacto mínimo, empleando vehículos eléctricos que operen directamente sobre el lecho marino, evitando la excavación. Además, las fumarolas y chimeneas hidrotermales submarinas, donde surgen aguas calientes cargadas de minerales, contienen depósitos de metales valiosos como cobre, plomo, zinc, oro y plata. Estos entornos ofrecen una amplia fuente de metales, aunque su extracción es compleja y, en teoría y a priori, su impacto ambiental y social podría ser menor que el de la minería convencional.


Minería espacial. La posibilidad de explotar las materias primas de los asteroides y otros cuerpos celestes cercanos a la Tierra. El beneficio es obvio, extraer (y refinar!) los metales que necesitamos para nuestro progreso y transición energética de entornos donde no haya impacto. Aunque parezca ciencia ficción, cada vez estamos más cerca. Existe numerosas empresas emergentes levantando capital para desarrollar misiones cuyo objetivo final sea la extracción de estos metales en cuerpos celestes. Se están planeando ya misiones en el corto plazo para testear el refino de metales en gravedad cero e incluso se plantea el lanzamiento de pequeñas naves que monitoricen de cerca estos asteroides y saquen información mas precisa del tipo de metales que albergan en su interior. Incluso la NASA (junto con SpaceX) ya está estudiando la posibilidad de enviar misiones con la intención de orbitar y monitorizar estos meteoritos (más concretamente al asteroide 16 Psyche, situado en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter).



Como podemos ver, esta última opción se perfila como la más idónea, pero también la más compleja y necesitada de innovación (y capital). Lo más comentado de los últimos meses es la posibilidad de misiones permanentes en la Luna, uno de los principales objetivos de la misión Artemis. Esto requiere la explotación de recursos en nuestro satélite para cubrir las necesidades básicas de sus futuros habitantes, aumentar su tiempo de permanencia y disminuir los costes de los lanzamientos desde la Tierra (Por ejemplo, extraer agua, incluso oxígeno, en el hemisferio sur lunar para futuras colonias ya que es enormemente costoso llevarla en cantidades suficientes desde la Tierra). También, otros de los objetivos de la misión Artemis es usar la luna como plataforma de despegue para futuras conquistas espaciales como Marte, para ello será necesario extraer ciertos componentes del subsuelo lunar (como los isótopos de Helio) para fabricar combustible y así poder ahorrar costes y recursos en la exploración espacial.


Esto no es ciencia ficción y, aunque requiera de años, las semillas (y las barbas) están siendo puestas a remojo. El volumen de mercado de vehículos espaciales se estima en 6.6 billones de dólares en 2023, pudiendo superar los 10 billones en 2028 (según Mordor Intelligence). Se estima también que el volumen de inversión privada en empresas relacionadas con la exploración espacial se estima que ascienda en 2023 a 10 billones de dólares (según McKinsey).


Tenemos un futuro apasionante, y cercano.


¿Verdad?


OTRA MANERA DE HACER NEGOCIOS ES POSIBLE Y RENTABLE.


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Nos vemos pronto

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