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Newsletter #47 - ¿es el decrecimiento una opción? (23 Febrero 2024)

Actualizado: 8 mar

RESUMEN (para los que no paramos)

Nuestra civilización está profundamente arraigada tanto en el suelo como en el subsuelo para sus recursos, extendiéndose desde la vasta producción de alimentos hasta la extracción de minerales esenciales, reflejando nuestra enorme dependencia de los recursos naturales y nuestra profunda conexión y dependencia del Planeta. Esta interacción compleja también destaca la tensión entre el aprovechamiento de estos recursos y la sostenibilidad ambiental. La fotografía de la Tierra tomada por el Apolo XVII en 1972, simbolizando nuestra fragilidad colectiva, catalizó un movimiento global hacia la conciencia ecológica, coincidiendo con el nacimiento de organizaciones y partidos verdes, y el surgimiento del concepto de "decrecimiento" como respuesta a los límites físicos de nuestro planeta. Este llamado a reconsiderar nuestro modelo de crecimiento desenfrenado sugiere un camino hacia un desarrollo más consciente y sostenible, desafiando la noción tradicional de progreso a expensas del medio ambiente. La verdadera pregunta no es si debemos frenar nuestro crecimiento, sino cómo podemos crecer de manera que respete los límites de nuestro planeta, buscando soluciones efectivas, innovadoras e inspiradoras que nos permitan prosperar sin comprometer nuestro futuro. Este enfoque requiere un replanteamiento radical de nuestras prácticas y objetivos, abogando por un equilibrio entre el desarrollo y la conservación, y apuntando hacia un futuro en el que el crecimiento tenga un propósito claro y beneficioso para todos.


Es conocida nuestra dependencia del suelo para obtener recursos. Necesitamos miles de millones de hectáreas para producir alimentos, ya sean plantas o animales, los cuales necesitan miles de millones de recursos para alimentarlos, regarlos, mantenerlos, refugiarlos, cosecharlos, transportarlos y venderlos. También necesitamos miles de millones de toneladas de biomasa forestal para la obtención de madera, ya sea para construcción, o para la fabricación de papel, y de cartón, producto esencial en la era del comercio electrónico.


Pero es menos conocida, o al menos es algo en lo que solemos pensar con menor frecuencia, nuestra dependencia del subsuelo. Todo lo que tenemos, desde los objetos cotidianos hasta la información y los datos que manejamos, depende intrínsecamente de los recursos naturales. El acero, esencial para la maquinaria que facilita nuestra vida, se obtiene mediante el proceso de calentamiento de hierro y carbono. El cemento, piedra angular de nuestras edificaciones, se produce a partir de la extracción y procesamiento de caliza y arcilla. Los plásticos, omnipresentes en innumerables aspectos de nuestra existencia, se derivan del refinamiento de petróleo crudo y gas natural. Asimismo, el cobre, conducto vital de la electricidad que da vida a nuestros dispositivos, se extrae de minerales como la calcopirita, la calcosina, la malaquita y la azurita. En resumen, todo en lo que puedas pensar, desde su concepción hasta su funcionamiento, requiere no solo de recursos para su creación, sino también de energía, que normalmente se obtiene de la quema de combustibles fósiles, extraídos del subsuelo.


Anualmente se producen en el mundo 1,900 millones de toneladas de acero, 4,100 millones de toneladas de cemento, y 22 millones de toneladas de cobre. Se extraen 94 millones de barriles diarios de petróleo  y así podríamos seguir.



Pero esto no acaba aquí, a la naturaleza finita de las materias primas, a la contaminación derivada de la fabricación y uso de las cosas, se une la obsolescencia, todo lo que fabricamos acaba desechándose, generando residuos complejos, sin capacidad para volver a su origen, es decir, sin que sus diferentes componentes vuelvan a formar parte de la naturaleza de donde se extrajeron.


¿Seremos capaces de seguir? Miremos por un momento esta fotografía:





En 1972, la icónica foto de la Tierra vista desde el Apolo XVII marcó un antes y después en nuestra percepción. Este momento, capturado en pleno vuelo lunar, no solo nos deslumbró con la primera imagen a color y completa de nuestro planeta, sino que también encendió la chispa de la conciencia ecológica a nivel global. Coincidiendo curiosamente con la fundación de Greenpeace (1973), la elección del primer político verde en Suiza (1976) y la creación del Partido Verde alemán (1979), este año se convirtió en un catalizador para el movimiento ecologista.


El lanzamiento del informe "Los límites del crecimiento" por el Club de Roma, también en 1972, y el acuñamiento del término "decrecimiento" por André Gorz, plantearon un desafío al crecimiento continuo, sugiriendo que el camino del progreso indefinido estaba llevándonos hacia un precipicio ecológico. Estas ideas subrayaron la urgencia de replantear nuestra relación con los recursos naturales, proponiendo un enfoque más medido y sostenible de la producción y el consumo.


Sin embargo, la propuesta del decrecimiento ha enfrentado críticas, acusada de ser reduccionista, por sus consecuencias inciertas en la economía y bienestar global y por ignorar el potencial de la innovación para resolver los principales retos que enfrentamos como sociedad. Creemos que la cuestión no radica en decrecer o en desacelerar, sino en cómo podemos crecer de manera responsable, buscando soluciones que no solo sean efectivas y basadas en la ciencia, sino también innovadoras e inspiradoras. Se trata de encontrar un equilibrio que permita el desarrollo sostenible, aprovechando la tecnología y la innovación para lograr un impacto positivo (dejar un legado positivo) sin agotar los recursos finitos de nuestro planeta.


La reflexión es clara: Necesitamos redefinir el progreso, no como un juego de suma cero donde el crecimiento económico se logra a expensas del medio, sino como una oportunidad para expandir nuestras posibilidades de manera sostenible. Haciendo mejor a nuestra especie, cuidando el entorno y tal vez mirando al espacio. 


Quizás la solución no sea tanto frenar como cambiar de dirección, apuntando hacia un futuro donde el crecimiento tenga sentido, genere beneficios compartidos y nos reconecte con la importancia de preservar la Tierra, el único lugar donde podemos ser, nuestro hogar común.


Otra manera de hacer negocios es posible, y rentable.


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